Aprendiz de mago

Puede que Hugo Chávez ya esté en un lugar apacible a la vera de Simón Bolívar y otros próceres. Al menos ése es el mensaje de la campaña de su heredero político, Nicolás Maduro, que hasta ha lanzado un dibujo animado en el que se ve al fallecido gobernante llegar al cielo con expresión seráfica y dispuesto a disfrutar del descanso eterno.

Maduro, en cambio, libra una batalla crispada contra el candidato opositor Henrique Capriles. A pesar de contar con la amplia ventaja que le otorga la maquinaria oficialista, a dos semanas de las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo 14 de abril, un día sí y otro también el presidente encargado amenaza al representante de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), en un tono belicoso que desmerece su papel de ganador frente a un rival que juega con todas las de perder.

Desde que Maduro anunció la muerte de Chávez el pasado 5 de marzo, no ha dejado de insultar a Capriles y acusarlo de supuestas conspiraciones para instigar a los venezolanos a la violencia, cuando en realidad el líder opositor y sus seguidores se mueven con cautela y desde las catacumbas.

Este mismo fin de semana, Henrique Capriles se vio obligado a posponer su primer acto electoral el próximo martes en Barinas, estado natal de Chávez, para no coincidir con Nicolás Maduro y sus huestes, ya que de nuevo se le advirtió que eso sería su «primer acto de violencia». El sucesor del chavismo, que parece ignorar las enseñanzas de amor de su otro gurú, Sai Baba, ha calificado a la oposición de «herederos de Hitler».

Aunque una encuesta publicada por Hinterlaces indica que el elegido de Chávez cuenta con una intención de voto del 53% frente a un 35% para Capriles, se dice que hay preocupación entre los bolivarianos por el gradual desgaste de su candidato. Es evidente que Chávez, instalado en las alturas, poco puede hacer ya por su discípulo.

No parece suficiente el lenguaje agresivo que Maduro emplea para desacreditar a Capriles, con el fin de hacerle creer al pueblo que se vive una situación de guerra con un enemigo que está dispuesto a hacer estallar el proyecto chavista. Tampoco le basta la explotación del efecto Chávez, que consiste en esa otra ilusión de hacerse pasar por el vicario en la Tierra del desaparecido artífice del Socialismo del siglo XXI. Son demasiados trucos para un aprendiz de mago.